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Escrito por Javier Carrera – Coordinador Social de la Red de Guardianes de Semillas – Ecuador

A manera de introducción (muy personal)

Esta investigación empezó en el año 2004 como una mera curiosidad y terminó convirtiéndose en una pasión. En el año 2012, con base en mis hallazgos hasta la fecha, la Red de Guardianes de Semillas y la Fundación COSV publicaron un mapamundi titulado “Centros de origen de cultivos y crianzas”. En la Revista Allpa no 8 del mismo año, con mayor libertad creativa, la Red publicó otra versión más refinada. En 2015 realicé una actualización parcial de los datos para especies de uso común en el Ecuador, como parte del proyecto “Caracterización de los procesos de producción, transformación y consumo de alimentos patrimoniales en Costa, Sierra y Galápagos”, contratado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio. Durante ese proceso, tuve acceso a nuevo material publicado en revistas especializadas, que cambiaba bastante el panorama anterior. Esto provocó una revisión general de todo el material y su consecuente actualización, y se redefinieron los centros geográficos de origen. Así nació la versión del 2020.


Mapamundi de Centros de Origen de cultivos y crianzas, publicado en la revista Allpa en el 2012.

Tradicionalmente se ha sostenido que el punto de origen de la domesticación del cacao se encontraba en Mesoamérica (entre México, Guatemala y Honduras) donde su uso está atestiguado alrededor de 2000 años antes de Cristo. No obstante, estudios recientes demuestran que por lo menos una variedad de Theobroma cacao tiene su punto de origen en la Alta Amazonía y que ha estado siendo utilizada en la región por más de 5000 años. Investigación de Claire Lanaud, Rey Loor Solórzano, Sonia Zarrillo y Francisco Valdez.

En los albores de la investigación científica sobre los centros de origen, iniciada por Nikolai Vavilov en la primera mitad del siglo XX, los estudios se basaron en

datos históricos, lingüísticos y en restos arqueológicos visibles. Esto dio preponderancia a regiones donde este tipo de datos eran fáciles de conseguir, como Mesoamérica, el Mediterráneo o Mesopotamia.

 

Nuevas técnicas, más exactas, surgieron en las últimas décadas del siglo XX, incluyendo el mapeo genético, el análisis de restos de polen (palinología) y de otros elementos a nivel molecular (por ejemplo, restos de chocolate en vasijas de miles de años de antigüedad). Con estas herramientas, la investigación arqueológica ha empezado a analizar regiones geográficas hasta ahora poco conocidas, tales como los Andes ecuatoriales y la Amazonía, revelando sorprendentes datos.

Lamentablemente, para muchas especies no hay investigaciones actualizadas. Sobre el ruibarbo o la guanábana, por ejemplo, no he encontrado aún investigaciones genéticas actuales. En casos como la borraja, se mantiene la estimación histórica sobre su origen sin que nuevos datos más confiables nos permitan asegurar si es la correcta. Por otro lado, hay investigaciones cuyos resultados parecen contradecirse. Por ejemplo, el lugar de domesticación del cerdo podría estar en el Sudeste Asiático o en Asia Occidental, pues hay argumentos de peso para ambas regiones; en casos como este, he preferido dejar ambas opciones, en la espera de que nuevas investigaciones permitan precisar los centros de origen para futuras ediciones.

En cuanto a las regiones en sí, el trabajo inicial de Vavilov, que definió 7 grandes centros de origen, ha sido objeto de mucha discusión. Para esta guía, he optado por definir regiones de acuerdo con sus características biogeográficas, evitando las denominaciones políticas. Lamentablemente, el tema de los centros de origen se presta a elucubraciones de orgullo nacionalista; sin embargo, cuando las plantas y animales fueron domesticados, los estados nacionales que hoy conocemos no existían, por lo que no deberían reclamar posesión sobre un recurso que no generaron. Existían, eso sí, pueblos ancestrales, cuyos descendientes aún ocupan esas regiones; pero en todos los casos las verdaderas bio regiones cruzan las arbitrarias y artificiales fronteras políticas actuales. Tal es el caso del África Nororiental (que no se limita a Etiopía), los Andes ecuatoriales y subtropicales, que incluyen territorios en Colombia, Ecuador y Perú; o el aún más dramático ejemplo del Sudeste Asiático, parte de cuyo territorio pertenece hoy al noreste de la India y al sur de China, países que reclaman para sí la pertenencia de cultivos y crianzas que se originaron en esta gran bio-región que se extiende más allá de sus fronteras.

 

Además de evitar las denominaciones nacionalistas, he cambiado algunos nombres tradicionales, pero equívocos, como el caso de Cercano Oriente o la misma China. Las denominaciones favorecidas por la ONU son más exactas: Asia Occidental y Asia Oriental, respectivamente.

Incluso con estas precisiones, los territorios biogeográficos distan mucho de estar bien definidos. Un caso típico es el Asia Central. ¿Incluye o no la región de Persia? Algunos autores trazan la frontera del Asia Central en la frontera política de China, cuando es evidente que las características biogeográficas y culturales que definen a dicha región continúan dentro de ese país.

Espero que estos criterios te permitan comprender cuánto queda por averiguar en este fascinante tema, y que no tomes las definiciones aquí presentadas como verdades escritas en piedra. La investigación científica continuará brindando nuevos datos y no sería sorprendente que algunos de los orígenes aquí presentados cambien profundamente en los próximos años. Sin embargo, tenemos ya un panorama general bastante claro, que nos permite presentar estos datos con suficiente rigor científico.

Zonas biogeográficas de origen

Ninguna de las plantas cultivadas existe en estado silvestre. Muchas ni siquiera podrían sobrevivir si las pusiéramos de nuevo en un entorno natural. Todas ellas son el resultado de un largo proceso evolutivo y participativo en manos campesinas, una creación cultural.

Hace diez mil años aproximadamente, cuando se inició el cultivo organizado, apenas unas pocas regiones se dedicaban a él.

El consenso actual es que alrededor de esa época la agricultura se desarrolló en varios centros, de manera independiente, cada uno con sus propias especies y características de cultivo. Los candidatos incluyen el Sudeste Asiático, los Andes, Mesoamérica y Mesopotamia. A medida que la agricultura se contagiaba, en otras regiones se domesticaron diferentes especies para satisfacer las necesidades locales. Eventualmente esta tendencia a la domesticación disminuyó, quizá porque era más fácil importar las especies ya domesticadas y adaptarlas a las condiciones locales, que realizar el complicado proceso de adaptar nuevas especies silvestres.

De esta manera, unos pocos centros de origen irradiaron sus especies a los territorios con los que estaban conectados mediante vías comerciales. Luego, la explosión del comercio global que comenzó en el siglo XVI, y que continúa hoy, hizo que estos productos lleguen a todo el mundo, expandiéndose a zonas con climas similares. En algunas de estas zonas, la población campesina adoptó los nuevos productos con pasión y trabajó intensamente en la creación de nuevas variedades, estableciendo así los llamados “centros secundarios de diversidad”. Tal es el caso del tomate, domesticado en Mesoamérica a partir de plantas semi silvestres andinas, y que generó luego en Italia y Rusia nuevos centros de diversidad.

Tomate naranja. Cosecha y foto de Finca Puruhá, en Piñas, El Oro, Ecuador.

Para este estudio consideramos solamente los centros de origen, aquellos donde por primera vez las especies fueron domesticadas, pero no olvidemos que el campesinado de muchas regiones del mundo ha participado en la creación de la enorme diversidad que hemos recibido, al adaptar las especies que llegaron de fuera a sus condiciones y necesidades locales.

 

Esta diversidad está hoy en peligro. La expansión de la agricultura industrial y de la dieta globalizada ha reducido significativamente el número de variedades heredadas en el último siglo. A este fenómeno se le conoce como “erosión genética”, y es una amenaza directa al bienestar y la capacidad de supervivencia de la especie humana. Al tener poca diversidad adaptada a condiciones locales, el riesgo de perder la capacidad productiva es muy grande, especialmente en tiempos de cambio climático y de crisis económica, energética y política.

Es frente a esta sombría perspectiva que vemos con más claridad la importancia de los centros de origen. En ellos se preserva la mayor diversidad genética disponible, y esa es la herramienta básica para diversificar los cultivos existentes en el mundo entero, otorgándoles mayor resistencia y resiliencia. Nuevas variedades se pueden crear a partir de estos bancos vivos, adaptadas a las cambiantes condiciones climáticas y sobre todo a las condiciones locales, lo que significa un menor costo y una mayor eficiencia productiva. Recordemos que sin semilla, no hay cultivo. Pues bien, sin una alta diversidad genética, tampoco hay semilla. Como en todo ciclo que vuelve a la fuente, en esta etapa de incertidumbre y cambio la humanidad necesita retornar a los centros de origen para asegurar la agricultura del futuro.

Principales centros de origen
Norteamérica

América del Norte mantuvo sistemas diversos de producción donde la agricultura fue una adición tardía y, en muchos casos, fuente secundaria de recursos. Los ecosistemas naturales eran manejados de forma eficiente a lo largo de generaciones, brindando una dieta de alta calidad. Es por ello que no encontramos muchas especies originarias de esta región, que recibió la mayoría de sus especies agrícolas de Mesoamérica. Sin embargo, hay dos excepciones; el girasol, cuyas semillas se comen, y su pariente cercano el tupinambo (Helianthus tuberosus), del cual consumimos la raíz. Varias nueces y frutas nativas estaban en un estado de semi domesticación en bosques que habían sido intervenidos a lo largo de miles de años, así como el arroz silvestre (Zizania spp.) en las regiones lacustres. Las grandes llanuras eran recorridas por unos 40 millones de bisontes, como resultado del manejo sostenible de las praderas por parte de las poblaciones locales.

 

Girasol gigante red de guardianes de semillas ecuador

Girasol gigante. Foto: Fernanda Meneses.

Fréjol Torta Buhito red de guardianes de semillas ecuador

Frejol torta Buhito. Foto: Fernanda Meneses.

Mesoamérica

Esta región vivió desde muy temprano un vibrante desarrollo cultural y agrícola, con un importante número de especies nativas domesticadas. Su mayor contribución a la canasta mundial es el maíz, domesticado a partir de un pasto nativo llamado Teosintle en la zona de Oaxaca al sur del actual México. Guatemala y Belice forman parte también de esta región.

Otros cultivos de importancia incluyen los frijoles comunes (Phaseolus vulgaris), dos especies de amaranto de grano (Amaranthus cruentus y A. Hypochondriacus), el aguacate comercial, una especie de ají (Capsicum annuum), el chayote (Sechium edule), dos especies de calabaza (Cucurbita pepo y C. Argyrosperma) y el penco o maguey (Agave spp.). Entre los animales, el único domesticado en la región fue el pavo.

Actualmente está avanzando la investigación sobre la profunda relación entre la costa occidental mexicana y los andes ecuatoriales, que causó un intercambio temprano de productos de ambas regiones. Así, mientras que el maíz, el frijol y el agave se asentaron con fuerza en lo que hoy es Ecuador, de los Andes llegaron el cacao doméstico, el frijol torta (Phaseolus lunatus) y varias especies de tomatillos semi silvestres, que darían lugar luego al tomate de mesa o jitomate (Solanum lycopersicum).

 

Andes

Los Andes son la cadena montañosa más larga del mundo, y como tal, contiene una multitud de ecosistemas y climas. Para el tema que estamos tratando, se puede hacer una división básica en dos regiones: los Andes ecuatoriales y subtropicales, y los Andes centrales.

 

Los Andes ecuatoriales y subtropicales cuentan con la mayor densidad de ríos y la mayor diversidad climática y biológica del planeta. El punto más húmedo del mundo, se encuentra aquí. Incluye territorios en lo que hoy es el sur de Colombia, todo el Ecuador y el norte del Perú. El desarrollo temprano de la agricultura, la fertilidad causada por el volcanismo y la enorme biodiversidad facilitaron la domesticación de muchas especies nativas, entre ellas el cacao, la chirimoya (Annona cherimola), la papaya y los papayuelos (Carica papaya y Vasconcellea spp.), dos especies de calabaza (Cucurbita ficifolia y C. moschata), el tomate de árbol (Solanum betaceum) y raíces como el yacón (Smallanthus sonchifolius) o el mizo o mauka (Mirabilis expansa). El pato americano (Cairina moschata) fue posiblemente domesticado en esta región. El eficiente manejo de bosques y humedales proveía proteína animal, frutas y nueces en grandes cantidades, asegurando una dieta abundante, variada y de alta calidad.

 

Los Andes centrales, que incluyen territorios en lo que hoy es Perú y Bolivia, son mucho más secos. Su costa es el desierto más árido del planeta, y la zona montañosa es un altiplano barrido por los vientos donde los escasos valles son como islas en medio de un mar de tierra fría. Esta fue una de las regiones más difíciles de colonizar para la humanidad y requirió el desarrollo de uno de los sistemas agrícolas más complejos y eficientes inventados hasta hoy, con un buen número de especies nativas domesticadas. Entre ellas destacan la quinoa, una especie de amaranto (Amaranthus caudatus), la papa (Solanum spp.) junto con otras raíces de importancia (Ulluco, Mashwa, Oca, Maka) y dos especies de ají (Capsicum baccatum y C. Pubescens). Para sobrevivir en las alturas fue esencial la domesticación del cuy (Cavia porcellus), la llama (Lama glama) y la alpaca (Vicugna pacos), que proveían estiércol para fertilizar los áridos suelos y carne para la alimentación.

 

 

yacon red de guardianes de semillas ecuador

Semillas vegetativas de yacón (Smallanthus sonchifolius). Foto: Antonio Portilla.

 

Un importante centro secundario de diversidad se encuentra en los andes australes, en lo que hoy es Chile, resultado de procesos de adaptación a las condiciones de cuatro estaciones.

 

En conjunto, los Andes hacen uno de los mayores aportes a la agrobiodiversidad mundial; solo el Sudeste Asiático compite con ellos en número total de especies domesticadas.

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Arriba: Chonta (Bastric gasipaes). Abajo: Piña (ananas comosus). Fotos: Daniela Borja Kaisin

Amazonía

El mayor valle del mundo fue cuna de importantes culturas hoy desaparecidas, pero que dejaron su huella en el aprovechamiento de los recursos naturales mediante el manejo continuo de la selva. El consenso entre arqueólogos y antropólogos señala que la casi totalidad de la región fue intervenida y manejada de modo sostenible, con un aprovechamiento continuo de recursos silvestres y semisilvestres por más de 10.000 años. Esta región nos ha dado algunos cultivos importantes, como la yuca (Manihot esculenta), la nuez de brasil (Bertholletia excelsa), el maracuyá (Passiflora edulis) y la palma de chonta (Bactris gasipaes).

 

La cuenca amazónica se divide en tres subregiones principalmente. La primera, formada por los contrafuertes andinos, donde nacen los ríos, se considera parte de la región Andina; la segunda, y más grande, es la Amazonía central, donde los ríos alimentan al inmenso Amazonas, el “río-mar”; la tercera, especialmente importante para la agrobiodiversidad, es la Amazonía austral, tierra de transición con pantanos, selvas y sabanas, que se ubica en el sur de Brasil, Uruguay, oriente de Bolivia y Paraguay. De esta zona proviene la más grande de las calabazas (Cucurbita maxima), también la piña (Ananas comosus), el maní o cacahuete (Arachis hypogaea) y el tabaco (Nicotiana tabacum).

 

Europa Noroccidental

Saltemos el pequeño charco oceánico. De forma similar a Norteamérica, la Europa del norte y occidente dependía principalmente del manejo de ecosistemas naturales hasta la invasión romana, que inició la imposición de la agricultura en la región, con un paquete de cultivos traídos del Mediterráneo y del Asia Occidental. Por ello, la contribución de esta zona es pequeña, aunque significativa. La más importante es, sin duda, la col marítima, domesticada en la costa de lo que hoy es Francia y de la cual descienden las coles, los brócolis, las coliflores, las coles de bruselas y las coles chinas. En esta región se domesticaron además los conejos y los perros.

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Romanesco, familia del brócoli.

Mediterráneo

Este mar interior vio a lo largo de los siglos el paso de numerosas civilizaciones que dejaron su huella en el desarrollo de las culturas europeas, asiáticas y africanas. Es un centro de origen muy diverso y cuya gastronomía ha influido profundamente en la cultura alimentaria global. Entre sus contribuciones están: el olivo, la vid, la achicoria, la alcachofa, el apio, la arveja o guisante, la remolacha y la rúcula. Hierbas como el tomillo, el orégano, el romero, el hinojo. Entre los animales encontramos al ganso.

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Remolacha Choggia.

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Arriba: Cerezas de café. Abajo: Nuez de Cola. Fotos: Daniela Borja Kaisin

África

La principal especie que vino del África es sin duda el ser humano. Aún hoy se encuentra aquí la mayor diversidad genética humana, muy por encima de cualquier otra región.

 

El continente es un mosaico de climas y de sistemas alimentarios, con algunas contribuciones significativas a la canasta mundial. Dos subregiones son de especial importancia: el África tropical y el África nororiental.

 

El África tropical, tierra de bosques húmedos, se extiende en el cinturón tropical del continente. Sus selvas han dado productos importantes como la palma africana, el tamarindo y la nuez de cola.

 

El África nororiental es la cuna de la humanidad, y ha contribuido también con cultivos importantes como el café, el sorgo y el mijo, además de la domesticación del asno.

 

África guarda también una enorme diversidad de especies semi domesticadas, fruto de millones de años de interacción del género Homo con su entorno. Se calcula que existen más de mil especies de frutas comestibles, pertenecientes a 85 familias botánicas.

Asia Occidental

En esta región se incluye Mesopotamia, la región donde surgieron los primeros Estados basados en la esclavitud, la guerra a gran escala y la explotación de la tierra con monocultivos extensivos. Esto fue posible principalmente gracias a la domesticación de cuatro granos altamente productivos: el trigo, la cebada, la avena y el centeno. Además de esta tetralogía de gramíneas, la zona dio origen al cilantro, la espinaca de mata, el garbanzo, el haba, la lenteja, el higo, el nabo, el lino o la mostaza. Entre los animales, el gato, la oveja y la cabra provienen de aquí. Tierra de paso en las grandes rutas de comercio desde tiempos prehistóricos, su aporte a la dieta occidental es quizá el más significativo. Hoy en día, los países que conforman esta región son Turquía, Irán, Irak, Siria, Palestina, Líbano e Israel.

Asia Central

Tierra de bosques y estepas, cuna de pueblos nómadas, la región del Asia Central es muy extensa y tiene varios subcentros. En lo que hoy es Kazajistán se domesticaron las manzanas, las peras y los duraznos; aquí existen bosques enteros de estas especies en estado silvestre. En su extremo occidental se domesticó el caballo. De la región montañosa donde hoy está Afganistán vienen el ajo, las cebollas, el rábano y la zanahoria. Cientos de pequeños valles con diferentes climas favorecieron la creación de miles de variedades de estas especies.

Asia del Sur

La península índica se benefició tempranamente de su cercanía con el Sudeste Asiático, importando muchas especies de allí. Sin embargo, dio origen a algunas especies propias, como el mango, la cúrcuma y el frijol guandul (Cajanus cajan).

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Arriba: Higo. Abajo: Cabras. Fotos: Daniela Borja Kaisin

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Cascarilla de arroz: Foto: Fernanda Meneses.

Asia Oriental

China es el lugar de origen del mijo, un grano importante en la región, así como de la soya y según algunas investigaciones modernas, del cáñamo (Cannabis spp). Junto con Corea y Japón, es un importante centro secundario de diversificación.

Sudeste Asiático

Esta enorme y diversa región podría haber sido el lugar donde primero se inició la agricultura, y tiene un conteo muy alto de agro biodiversidad útil para la canasta mundial. De aquí proviene el arroz, todas las formas de plátano comestible, todos los cítricos, además de muchas frutas tropicales más o menos conocidas fuera de la región: el durián, el mangostino, el rambután, el frutipán, la carambola, etc. Hay varias hortalizas tropicales, como la okra, el pepinillo y la espinaca malabar, así como cuatro especies importantes de frijoles, y la raíz comestible conocida como ñame. La albahaca, la canela, la nuez moscada, el clavo de olor y la mayoría de las especias más famosas provienen de esta región. Entre los animales figuran la res cebú, el cerdo, el buey y la gallina.

Pacífico Oriental y Nueva Guinea

Los pueblos polinesios y melanesios desarrollaron interesantes sistemas agrícolas adaptados a las islas del enorme océano Pacífico. Nueva Guinea en particular fue origen de la importante caña de azúcar, el frutipán y la papa china o taro (Colocasia esculenta). El origen del coco ha sido definido en los atolones del Pacífico oriental.

Coco. Foto: Daniela Borja Kaisin